JASON BOURNE: VUELVE EL ESPÍA DEL DÉJA VU
La nueva entrega de la saga del espía sin memoria trae de regreso a su estrella original como protagonista. Los fanáticos de parabienes. Matt Damon y un papel con solo 25 frases en 120 minutos
Catorce años después de The Bourne Identity, Matt Damon se vuelve a poner en la piel del asesino amnésico y Paul Greengrass recupera la dirección en una nueva entrega en la que la acción y las trepidantes persecuciones que caracterizan a la saga se elevan a la enésima potencia.
Con Jason Bourne, que se estrena esta semana en todo el mundo, la historia basada en las novelas de Robert Ludlum cuenta por tercera vez con el binomio Damon-Greengrass que tan buenos resultados dio en la segunda y tercera entregas, The Bourne Supremacy (2004) y The Bourne Ultimatum (2007).
Tras un comienzo de la saga dirigido por Doug Liman, la realización pasó a manos del británico Greengrass, con el que Damon se entendió a la perfección.
La última vez que se vio a Jason Bourne, este nadaba hacia el atardecer. Por fin, parecía sereno. El espía dejaba atrás una larga lista de cadáveres y misterios resueltos.
En tres películas, entre 2002 y 2007, había encantado a la taquilla y creado su sello, más sucio —en el mejor sentido— que el de James Bond. Su misión podía terminar. Pero, nueve años después, regresa. ¿Por qué? ¿Qué ha estado haciendo?
Dice Matt Damon que han vuelto por el público y porque tenían una “historia que merecía la pena”. Tanto él como el director, Paul Greengrass, habían dejado la franquicia, que se estancó en la prescindible El legado de Bourne. Ahora, en cambio, se han implicado a fondo: Damon como protagonista y productor; Greengrass como director y coautor del guion.
Resulta que Bourne malvive en los Balcanes ganando peleas clandestinas. Hasta que su amiga Nicky le necesita: ha descubierto nuevas operaciones encubiertas de la CIA y quiere filtrarlas online, a lo Wikileaks. He aquí el eje de la película y del mundo después de Snowden: espionaje masivo, metadatos, control de los ciudadanos, terrorismo. Es decir, seguridad contra derechos civiles.
Así que en Jason Bourne cobran protagonismo el hackeo, la ambigua analista Heather Lee (Alicia Vikander) y el gurú Aaron Kalloor (Riz Ahmed).
Se ha calculado que Damon solo habla 25 veces en todo el filme. Es decir, que continúa disparando, corriendo, huyendo, conduciendo sin frenos y viajando por medio mundo, mientras el público se agarra a la butaca.
Y así arranca el filme. La persecución por las callejuelas de Atenas tiene lo mejor de Greengrass y de la saga. Bourne ha vuelto, y en gran forma. Pero lo que algunos adorarán es también parte del problema: Jason Bourne ofrece sus marcas habituales. Nada menos y nada más. El espía tal vez no lo recuerde, por sus notorios problemas de memoria, pero el espectador vivirá varios déjà vu.
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